Toda la Danza

El Ballet de Camagüey y la danza de la esencias

Por Kenny Ortigas Guerrero

El Ballet de Camagüey arribó el pasado 1 de diciembre a sus 55 años de fundado. El plato fuerte de las celebraciones asociadas a tan importante fecha, constituyó el estreno de la Suite del ballet El Cascanueces, del coreógrafo Norbe Risco, quien se desempeña además como Director del Ballet Theatre de Kentucky y que se ha convertido en asiduo colaborador de esta compañía.

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Fotos tomada del perfil de Facebook de la compañía

En las funciones de esta suite, resalta en primer lugar la juventud del elenco. Estudiantes egresados de la Academia Vicentina de la Torre, se incorporan a la agrupación y en cada uno de ellos se aprecian las ganas y los deseos de trascender como artistas y de crecer profesionalmente. Hacerlo en la casa que resultaba ser el sueño de casi todos, le aporta un matiz especial. Más allá de imprecisiones propias de las tensiones asociadas a una premiere, destaca la belleza visual del vestuario, las luces y la escenografía, donde el recurso audiovisual le da un atractivo sustancial pues absorbe al espectador y lo sumerge en un universo pletórico de fantasía. También es meritoria la participación de los niños del Centro de Desarrollo de la Danza “Fernando Alonso”, así como el desempeño técnico de los bailarines, quienes a pesar de la inexperiencia –más aun enfrentando un clásico– demuestran las esencias de la técnica de la Escuela Cubana de Ballet. Siempre hay figuras descollantes que arrancan los aplausos del público por su virtuosismo y gracia, pero en esta ocasión, mencionar solamente individualidades sería restarle énfasis al trabajo colectivo, que en mi opinión es lo más relevante.

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Fotos tomada del perfil de Facebook de la compañía

En conversación con la maître y directora del Ballet de Camagüey, Regina María Balaguer Sánchez, ella hacía referencia a la unidad como un principio fundamental en el desarrollo y proyección del grupo. No se trata únicamente del concepto de unidad como cohesión de fuerzas operantes que se juntan para lograr algo: tiene que ver con un sentido de la mesura y la coherencia desde el uso de los recursos expresivos de la escena. Esa unidad está asociada a la gestualidad y desplazamientos de los bailarines en función del ritmo y la manera particular del fluir en cada acto.

Aun hay mucho por perfeccionar, Regina lo sabe tras el estreno e insiste en eso, enfatizando en el tema de la interpretación. Tiene una concepción de los bailarines que excede el hecho de solo mover el cuerpo al compás de una música; también los ve como actores y actrices que deben comprender en cada momento el sentido de lo que hacen y recrear, ante los ojos del público, las circunstancias en las que se inscribe cada acontecimiento. Para ello, la compañía ha sido capaz de sostenerse en el tiempo debido al trabajo sistemático y a la consagración no solo de artistas, sino también de su personal de apoyo.

El sacrificio y la abnegación han sido parte de esas “esencias” que legaron los maestros fundadores y que son el nutriente principal en la sedimentación del carácter y la calidad de la agrupación. Para el Ballet de Camagüey, no ha sido un problema el encontrar alternativas; nacieron en 1967 con un mínimo de condiciones para el arranque, ensayaban en un saloncito en las alturas de la escuela José Luis Tasende y poco a poco fueron ganando un espacio que hoy, por derecho propio, los sitúa como una compañía de referencia de la danza en la Isla.

“Se han atravesado momento de crisis”, apuntaba Regina, “sobre todo vinculados al éxodo de muchos artistas, y en no pocas veces, se han tenido que reinventar estrategias y buscar fuentes de motivación para la permanencia y estabilidad de cada uno de sus miembros”. Con El Cascanueces se dibuja un nuevo punto de partida, y esto no quiere decir que se haya flaqueado en la intensidad del trabajo, pero sí representa una puerta ancha que le da la bienvenida a nuevos muchachos que llevarán sobre sus hombros la enorme responsabilidad de no solo proteger lo que significa para la cultura cubana el Ballet de Camagüey, junto a la hermosa historia que lo acompaña; también tienen el compromiso de impulsar el desarrollo técnico y artístico de la agrupación para evitar a toda costa el estancamiento creativo.

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El maestro Feranando Alonso junto a los bailarines del Ballet de Camagüey. Fotos tomada del perfil de Facebook de la compañía

Otro elemento que defiende Regina –que dicho sea de paso, cumple 25 años al frente de esta institución– refiriéndose al crecimiento, se sitúa en las oportunidades a jóvenes coreógrafos que dentro del ballet agramontino se interesen por incursionar con propuestas sugerentes y desprejuiciadas, que aporten frescura y vitalidad al repertorio, siempre asesorados por los maestros de más experiencia que pueden tributar con sus conocimientos a la formación de ese talento.

Para un creador, el aplauso de su público es el mejor aliciente e incentivo para cargar pilas, esa es una condición inherente al hecho artístico. En estas presentaciones de la suite del ballet El Cascanueces, en el Teatro Principal de la ciudad, esos aplausos se extendieron por varios minutos y en reiteradas ocasiones dentro de la puesta en escena, evidenciando el respeto y admiración de un público camagüeyano que asistió y repletó la sala sin importar que media ciudad estuviera en apagón, lo que dificulta el traslado al teatro.

Sé que los bailarines y demás miembros de la compañía asumieron esa reacción de su público, para con ellos, como una acción de reverencia y lealtad, lo que a su vez implica un mayor compromiso de cada uno con el arte que realiza, con la perspectiva de no detenerse nunca pese a los contratiempos que surjan en el camino, pues también el arte es un acto de sublime resistencia ante la intemperie.

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