Toda la Danza

Isabel Bustos/Danza-Teatro Retazos & yo: proximidades, treinta y cinco años

Por Noel Bonilla-Chongo

“Si pudiera decir, lo que quería decir,

No habría razón para bailarlo…”.

Isadora Duncan


Corrían los primeros días de enero de 1987. Isabel Bustos, bailarina, profesora y coreógrafa ecuatoriana, se presenta como directora de Danza-Teatro Retazos en el capitalino teatro Mella. Mujeres fue el primer espectáculo de la entonces debutante agrupación. Era una propuesta integrada por trece estampas, viñetas, fragmentos, retazos independientes entre sí y bautizados cada uno por un título (“Oración”, “Encuentro I”, “Camino”, “Agua”, “Impulso”, etc.).

En el programa de mano se leía el credo fundacional de Isabel y su equipo: “Romper con estereotipos y convencionalismos para llegar a un público más amplio por medio de la exaltación del gesto natural y cotidiano, y de la expresión en sí misma”. En aquel espectáculo se formulaba, en fugaces imágenes coreográficas, una combinación espacio-temporal muy particular y hasta extrañante, donde lo sensitivo y emotivo guiaban la acción danzada, para proponer un intercambio no muy común con el público de entonces.

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Foto:Archivo Centro de Documentación de las Artes Escénicas

Por ese camino echó a andar Danza-Teatro Retazos, siguiendo una línea coreográfica regida por la sensopercepción del movimiento y el sentido altamente teatral y expresivo de la visualidad plástica en la representación. El grupo deja clara su mirada y tratamiento del gesto, de la acción, de las metáforas, frases y secuencias coreográficas, en complicidad con la creación de atmósferas oníricas teatralmente expresivas en el espacio representado; allí, donde sonoridad y la iluminación participan de modo diestro sobre el entramado de los hechos, de las visiones y sus vibraciones. Alrededor de estos ejes, el espacio de Retazos puede desbordarse, estar en el borde, perderse de vista, estar fuera de vista, subrepticiamente representado por una curvatura, una inversión; señales oblicuas propias del terreno de la escritura en la danza contemporánea que con Isabel Bustos alcanza modulaciones distintivas.

Isabel es deudora —quién puede negarlo— de presupuestos poéticos que legitimaron a la danza-teatro como la tendencia más integradora y posibilitadora dentro del amplio vocabulario de la danza contemporánea. Amplitud que transita entre el apego a la más ortodoxa tradición de la técnica corporal como vector, hasta la ruptura más anárquica que juega con la alternabilidad, con la anulación del danzante, con otorgarle principalía a otros sistemas expresivos sobre el movimiento tecnificado y el propio cuerpo-vector intérprete.

Hechos estos que demandan de un espectador participante, sensitivo, capaz de lograr sutiles conexiones para penetrar en las formas y procederes que, por paradójicos que parezcan, dialogan y nos remiten al comienzo de la actividad escénica, cuando no eran concebibles las taxonomías entre danza, teatro o mimo, en tanto espacio corporal representado.

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Fotos: Tomadas del sitio web de la compañía www.danzateatroretazos.cu

Ahora, treinta y cinco años más tarde y tras la detención pandémica, Retazos ha vuelto a la carga para festejar su aniversario y su día a día; allí, entre el jardín y el escenario de Las Carolinas, su anclaje dentro del Centro Histórico de la Habana Vieja. Soplo propicio para visitar la memoria, el recuerdo y entretejer relatos de cuerpos ausentes, hechizos de luces disueltas, músicas que resuenan en la distancia. Así, Formas y Solamente una vez, han vuelto como deliciosas tortas de cumpleaños o confite escondido en una colorida piñata celebrante.

Aparentaría que en Formas, del 2022, Danza-Teatro Retazos hace un viaje en retorno. Sí, como si regresáramos al tejido que el coreógrafo Miguel Azcue (rebrote Bustos) se ingeniara hace corto tiempo atrás (antes de la pandemia de la Covid-19) para volver a tejer y destejer su urdimbre fantasmal. Pero no. Hay en Formas —la anterior de 2018 y en esta que recién se re-estrena—, la disposición de volver a la escena como espacio de franquicias y de permanencias, de adeudos y utopías, de lapsos prudentes que, a modo de aparejo estratégico y eficaz, vincula conquistas, hitos, trayectorias, deducciones, continuidades y, también, sus derivables rupturas.

Mientras que Solamente una vez —mítica pieza donde Isabel tomara de pretexto el lirismo de las canciones del compositor mexicano Agustín Lara para redimensionar desde su grafía danzaria el universo de evocaciones, sensualidad y emociones contenidas en la cancionística—, sirve de puente entre el tiempo transcurrido de 1987 a 2022.

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Fotos: Tomadas del sitio web de la compañía www.danzateatroretazos.cu

Formas, en/desde/por la danza que, en un sentido expandido, supone la recreación de “formas”; o sea, ordenes de sentido, objetivación o puesta en forma de significaciones. Es el cuerpo en sí mismo una forma y la práctica en acción de sus modos elocuentes, el medio por el cual, al mismo tiempo, este determinará signos, grafías, formas; aquellas donde la facultad ponente de ideas y conceptos, figuras y volúmenes, voluntades y acción, se configuran en los encuentros generativos entre pensamiento y cuerpo como instancias de imaginerías.

Solamente una vez, suerte de viaje ficcional a la remembranza corporal, donde la emanación de ese aliento vital que envuelve al cuerpo en su movimentalidad musical, se transforma en partitura narrante de deseos, anhelos, tristezas, encuentros, frustraciones, desencuentros, gozos y esperanzas.

Solamente una vez, imagen congelada, fotografía capturada, atrapada por la bruma y la pátina de su belleza y presencia escénica creíble y durable. Luego entonces, el juego somático se enmaraña con los silencios, las respiraciones y la música en busca de un movimiento ilimitado, fugaz, fluido y, a la vez, pesado, curvo, zigzagueante, intacto. De ahí, la escritura espectacular viene y va sobre las trayectorias que celebran los encuentros y desencuentros como nexos vinculantes.

Hay en estas piezas de aniversario, una fina línea que investiga sobre los mecanismos de transformación, de seducción y convencimiento para lograr concilios; en ese sentido, las dimensiones espaciales ceden para identificar patrones, atribuir significados y establecer relaciones entre los cuerpos próximos y distantes, unidos o bifurcados.

Isabel lo sabe, sabe contarnos cómo el gesto, la pose, el movimiento, deben volverse voluntad indagatoria y emerger del interior, de la estructura ósea, en acuerdos con lo aparentemente superfluo y formalista de la técnica y el estilo. Como Isadora, ella insiste en aquello que puede decir con el baile y sus múltiples modos.

Hay en sus ballets la complicidad de una indagación pasional en torno al cuerpo danzante, al espacio vacío, a la sonoridad y la iluminación para tramar una historia que cobra armazón solo a partir de aquello escondido que precisa ser revelado. Por ello, la improvisación pautada y orgánica juega un rol determinante en la extracción de material corporal para componer los diseños y evoluciones coreográficas.

Treinta y cinco años con Danza-Teatro Retazos: laboratorio, probeta, muestreo, depósito en las relaciones coreógrafa-danzantes, danzante con su partenaire, cuerpo con el suelo, suelo con la tierra. Todo se complicita en esa suerte de trance, de posesión y encarnación de un movimiento frágil, delicado y expresivo. Una banda sonora evocativa e ilustrada se vuelve ahora dirección imprescindible para hablar de una posible “emoción”, de una permisible “dependencia”, de un lícito contrapunto rítmico, movimental, individual, grupal...

En sus ballets, les performers caminan, se detienen, se precipitan, se agrupan y disuelven para volver a la cópula y a la quiebra. Ellas, sus mujeres seductivas; ellos, sus hombres imperiosos, vienen y se van, caen y se levantan, duermen y se excitan, crecen y fenecen. Pero, por fortuna, queda siempre el hálito de una “noche de ronda” y, con ella, un nuevo día. Día donde, otra vez la sombra, la oscuridad, la belleza, el escorzo, la silueta de un cuerpo listo y vulnerable, se eleva para imponer una temporalidad otra: inmensa, ilimitada, infinita; en fin, dinámica, mutante, mejor.

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Fotos: Tomadas del sitio web de la compañía www.danzateatroretazos.cu

Hoy con Formas y Solamente una vez, piezas de este aniversario; pero permanecen en el ayer de sus retazos esparcidos por el mundo, las huellas de naturaleza muerta con gallinas blancas, que besaban mucho en los ensueños de lunas para Lorca o crisálidas que cantaban a la Piaf y su vie en rose, que coreaban a Silvio como disco recurrente…

Isabel —vidente, pitonisa de finas alquimias y atmósferas elocuentes—, sabe cómo gestar su espacio representado según un sistema de paralelismos, de cruces, de fronteras, de límites, construidos de instantes, de permanencias, de atrevimientos y de emociones, ancladas a la vez en la regeneración de lo diverso y en lo único. Espacio articulado alrededor de la arquitectura del cuerpo, del gesto, de la escena y de su puesta en visión, en sensación de sonoridades y luces.

En otras palabras, aplaudimos los treinta y cinco años de Retazos y el cierre triunfal de la recién concluida 26 edición del Festival de Danza en Paisajes Urbanos “Habana Vieja: ciudad en movimiento”. Los aplaudimos hoy, 29 de abril de 2022, en este Día Mundial de la Danza (quizás deberíamos decir de las danzas); sí, porque constituyen, ellas todas, la armazón de un conglomerado espacial y rítmico, corporal y notorio, notable y corpóreo en sus zonas francas de sucesivas metamorfosis. En el espacio intermitente, entre la luz y la sombra, entre el movimiento y su suspensión; abierto o invisible, antiguos o noveles. Ahora Retazos me sirve de pretexto, pero celebro la voluntad de nuestra danza toda; de su espacio representado que se vuelve renovación y magnetización, reverberación y horizonte para forjar un sitio y sacarlo del olvido, de la pérdida, de los núcleos de un tiempo que igualmente revoca al protagonizar tantos años de perdurabilidad.

Isabel: linda hechicera de noire habillé; sibila que, de Obispo a Amargura, de Cuba a Mercaderes y entre tantos corredores habaneros, se aferra para seguir fundando en su hervidero de perspectivas infinitas. Quizás como en Proximidad, mi pieza favorita, ella y su bailarina se inventan momentos, posibles-imposibles, quimeras, casas para María, nuevos pecados capitales y Carmina Burana para renacer una y otra vez. Ella, siempre próxima, con abrigo verde de mujer con maleta, canta:

Vou voltar

Pase lo que pase, volveré

Palavra de mulher, eu vou voltar

Voy a volver

Pase lo que pase, volveré

Me gustaría invitar a buscar, por el placer de la búsqueda misma, en esos resortes que nos movilizan hoy. Sí, mientras avistamos un mundo en creciente mutación, escapes, migraciones, muertes y zozobras, al punto de transformar el orden civilizatorio y las nociones del arte y la cultura; debe siempre la danza, en sus múltiples formas y modos plurales de ser, apostar por el amor y perpetuidad de nuestra especie. Ahí está la clave para entender el privilegio que significa la escena como sitio de formas poéticas para hacer surgir significaciones nuevas, entre aquello que pertenece a lo que los danzantes entregan, proponen; aquello que también emerge del momento, del acto efímero, de los ecos ausentes que perduran entre los gestos presentes, el tiempo, la memoria, la retención del instante; savia o alternativa pertinente para seguir contando estos primeros treinta y cinco años.

¡Felicidades Isabel, felicidades Retazos!

29 de abril de 2022

Día Mundial de la Danza

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