Toda la Danza

GISELLE EN EL FESTIVAL DE BALLET DE LA HABANA

Por Ismael S. Albelo

Fotos: Frank D. Domínguez

De todos es conocido que, dentro del repertorio académico del ballet, Giselle es una obra fundamental, al punto de que –a pesar de sus más de 180 años en cartel– aun hoy día inspira a los contemporáneos a revisitarla con diferentes lenguajes.

Para Cuba, además de estos valores epocales, tradicionales e innovadores, Giselle es un título imprescindible también por múltiples razones. Tenemos los cubanos la bendita condición de haber entregado al mundo quizás la mejor intérprete del rol titular: Alicia Alonso, quien además de su reconocida mirada al clásico del ballet romántico, realizó quizá la más coherente lectura de la historia que forjaron Coralli y Perrot a partir de Vernoy de Saint Georges, Gautier… y las tradiciones germanas del siglo xix, para dar al mundo de la danza una de las versiones más destacadas. Esto, entre otras cosas, ha dado a la Giselle cubana un valor mundial que representa un desafío y una meta para los más importantes bailarines de ballet; de ahí que cuando se convoca la puesta, no pocas estrellas internacionales hacen cualquier sacrificio para bailarlo… y si es en La Habana y con el Ballet Nacional de Cuba, el viaje al país caribeño está garantizado.

Dentro del pasado 27 Festival Internacional de Ballet de La Habana se insertó una mini temporada de este ballet, con cinco funciones entre los días 28 de octubre y 2 de noviembre. Las fechas fueron emblemáticas: el inicio conmemoraba el aniversario 74 de fundación de la compañía anfitriona; la clausura recordaba el aniversario 79 de que Alicia Alonso se vistiera de Giselle por primera vez para bailarlo, junto a Anton Dolin, en el viejo Metropolitan de Nueva York junto al Ballet Theater, en la mítica sustitución de la estrella inglesa Alicia Markova.

La pareja de la cubana Anette Delgado y el español Ricardo Castellanos abrió la temporada, dando la pauta para las siguientes funciones. La Delgado tiene dominado este rol protagonista y en la apertura volvió a mostrar su habilidad para flotar, su dramatismo latino en el primer acto y su volatilidad en el segundo. Castellanos, catalán con raíces cubanas, primer bailarín del Ballet Nacional de Noruega, desplegó su figura principesca en función de la dramaturgia que Albrecht requiere, sobre todo en su reproche por la muerte de Giselle que finaliza el acto inicial.

Ya la rusa María Kochetkova, principal dancer del San Francisco Ballet, había exhibido un anticipo en el Festival de 2018 cuando interpretó el pas de deux del segundo acto de Giselle, junto al español Joaquín de Luz; pareja que en esta ocasión volvía a asumir los roles centrales, pero en la versión íntegra. El renombre de ambos quedó ratificado en esa segunda noche: ella muy inocente en el inicio, fue experimentando una transición dramática hasta descubrir el engaño de su amado y entrar sin estridencias en la importante escena de la locura. Su segundo acto… sencillamente sublime: brillante en sus variaciones y con ese sentido aéreo al que la llevó Joaquín de Luz, quien con un dramatismo muy latino y un alto virtuosismo técnico, culminó en delirio al ejecutar una secuencia de 32 entrechat six pocas veces vista en nuestros escenarios. La actuación del actual Director artístico de la Compañía Nacional de Danza de España fue uno de los puntos más elevados de este Festival, y su Albrecht junto a Kochetkova confirmó su calidad interpretativa.

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María Kochetkova y Joaquín de Luz en Giselle

La proeza técnica ejecutada por de Luz fue repetida la noche siguiente por el ruso Semyon Chudin, primer bailarín del Ballet Bolshoi de Moscú, quien fue recibido igualmente con fuertes expresiones. El ruso acompañó a la cubana Yolanda Correa, primera bailarina en el Ballet de la Ópera de Berlín en Alemania. Ella demostró que, aunque lejos de la patria, las enseñanzas de Alicia han estado en su trabajo internacional, siempre permeado por la mesura, la calidad artística y ese sentido de lo justo-excelente europeo, alejado del efectismo burdo o del aplauso fácil. Su partenaire, también europeo, mostró la gélida imagen del noble silesiano, pero supo imponer dramatismo en las escenas necesarias: la lucha contra Hilarión, la escena de la locura y la despedida del segundo acto.

La cuarta presentación trajo a la italiana Susanna Salvi junto al cubano Dani Hernández. Curiosamente formada por la cubana Ofelia González en la Escuela de la Ópera de Roma, donde es primera bailarina, ella ofreció una Giselle moderada, valorando principalmente una personalidad alegre y despreocupada, pero sin olvidar los momentos trágicos de la locura y la levedad del segundo acto, acompañada por nuestro primer bailarín quien, además de apoyarla en esa levedad, asumió el Albrecht como el príncipe que es en escena y con un encomiable trabajo técnico.

La mini temporada cerró con varios valores agregados: celebrar el aniversario 79 del debut de Alicia Alonso como Giselle y el regreso a la escena, luego de casi dos años, de la primera bailarina Viengsay Valdés, actual Directora General del Ballet Nacional de Cuba, que conmemoraba además los 25 años de haber debutado en el rol protagonista, toda una hazaña riesgosa que solo empeñan quienes tienen voluntad… y talento. Debutante como mamá y como Directora, con su habitual coraje, la Valdés sorteó las dificultades técnico-interpretativas sin concesiones y con resultados encomiables. A destacar su escena de la locura, su iniciación en el segundo acto, el pas de deux de este mismo acto y la despedida de su siempre amado Albrecht antes de regresar a su tumba. Como Duque de Silesia, el italiano Jacopo Tissi, joven estrella del ballet de la Scala de Milán, estuvo a la altura de la Valdés, sobre todo en el acto segundo, donde parece que todos –incluidos los solistas y el magistral cuerpo de baile– echaron fuera todas sus energías para brindar una verdadera obra de arte en este ballet icónico.

Así cerró brillantemente esta temporada de Giselle; toda una hazaña no solo para un pequeño país con muy complejas condiciones económicas, sino para cualquier evento que se permitiera el lujo de conformar cinco parejas de diferentes escuelas y estilos con primeras figuras internacionales. Si a este difícil trabajo de curaduría se le agregan solistas y un cuerpo de baile brillantes que garantizaron la calidad de las performances, puede afirmarse que esta sección dentro del Festival 27 fue histórica, honrando el aniversario de la compañía anfitriona y los 79 años de que la campesina muerta por amor y convertida en espíritu, fuera vestida por una joven solista cubana que colocara el nombre de su patria en el firmamento exclusivo del ballet mundial: ALICIA ALONSO.

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